domingo, 12 de agosto de 2012

Un Dios sin problemas, un Dios inexistente


                                                        I
En la posible existencia de la vida más allá de la muerte reside la resignación más grande del inconformismo individual del sujeto, dándole esperanzas más allá de la luna,  de los objeto y más terrible aún, más allá de su calidad de sujeto, desmereciendo el más acá: su propia vida. Por ende la vida más allá de la muerte es mejor dicho la vida más allá de la vida
                                                                          
                                                       II
Cielo o infierno, mismo desconsuelo para el alma. Doctrina y canon ropa vieja, no por infame en sí mismo, sino por la sumatoria de la las mentes que dudan, y las otras, que temen a cualquier gota de desconfinza interna e íntegra están condenadas a la misa de todos los domingos y al agua bendita por el más rápido de los lacayos. Hay quienes aseguran que el gran problema de este mundo es que los ignorantes se llenan de certezas, mientras que los intelectuales obtienen dudas. La culpa es de los que lo aseguran, ni de los intelectuales ni de los ignorantes.
¿Por qué si Dios es real y somos su imagen y semejanza, no trabajamos sólo siete días matando a la soledad en la tarea de contemplarnos en la eternidad? Facilismo. Nueva boca en pregunta de siempre.
¿Cómo podemos ser semejantes a Dios sin un politeísmo en cualidad de interventor?
                                                                          
                                                       III
¿Cuándo alcanzaremos la unidad de anticiparnos a escribir nuestro propio epitafio?

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