martes, 25 de junio de 2013

Excusas

   Mirando el espejo -no aquel que representa la forma de lo que soy, sino el espejo que puede ser un lector o bien mi perro que apenas ronca-, pude saber que hay algo inadmisible para mí en todo este embrollo, que suelo llamar el paso de los días y los meses y.
   Digo inadmisible en una dimensión cotidiana, inadmisible en el espejo no por una figura tangible sino por ese sentir que es como una puntada en la espalda que nos hace saber que algo anda mal, que más allá de los humores y las sonrisas, algo anda extremadamente mal y no es el perro ni el lector.
   Escribo como quien quiere crear una imagen estéticamente aceptable, incapacitado de hablarle a los astros. Escribo repitiéndome y sin saber muy bien qué contar. Escribo por costumbre, por adquirir el personaje de aquel que escribe, que se sienta y teclea lo que piensa y por ende se presupone que piensa. Y todo eso es lo inadmisible, lo que no puede ser, lo reprochable. Aquí, alienado y figurado en el mundo de las madres y las novias, como en "El Otro Cielo", y sin posibilidad de encontrar alguna galería conectora. Quiero viajar pero no físicamente, quiero viajar hacia algo nuevo escribible, hacia algo innovador literariamente hablando. Quiero viajar hacia la admiración de los verdaderos grandes sin una gota del patetismo que se presume en estas líneas.
   Y quizá creo que es la plata, y me excuso en ella y en mi madre y mi novia, me excuso en todo aquello que ahora me concierne, con la idea y esperanza de un proceso creativo en gestación...
   Por una razón desconocida quiero renunciar a mi empleo, quiero renunciar a la condena de unas letras ordinarias, destinadas al olvido y al fracaso, a la pesadumbre de Salgari, a la fatalidad de un ebrio Warnicke.
   Quiero pensar para escribir y escribir para pensar, nada de desahogo, nada de vueltas carnero y sobre todo, nada de dinero para el contento de las madres y las novias.