Letargo
es vida. Prolongar lo prolongable hasta que el cuerpo sea cáncer así como lo es
el hombre en el mundo. Letargo es que nuestro querido y hermoso planeta –al que
debemos cuidar y amar según aquellas corporaciones petrolíferas o nucleares o
metalúrgicas o de telefonía móvil– esté donde está, aletargado en un punto, ni
más cerca del sol, ni más lejos, posibilitando el letargo cancerígeno que somos
incluso antes de contraerlo. Las mismas corporaciones que nos hacen predicar el
amor son las que nos todo (incluso el cáncer).
Cierre
los ojos, imagínese su edén terrenal, la mujer o lo que quiera de su letargo
(que es vida según me lo escuché), los niños todos castaños jugando con el
candor de los felinos a acariciarse con la violencia y reírse de cuanto tibio
dolor los complazca. Imagínese un pequeño paraíso de flores y vientos puros, de
recuerdos alegres de fiestas inolvidables, de la torta de acelga y huevo duro
de mamá. Imagínese qué haría usted si en su edén pudiera o pudiese incorporar
tanto como quiera y métalo todo adentro, quémelo todo, vea cómo el humo realiza
nuevas formas, cómo las nubes regordetas por sobre usted se aglomeran, se
amalgaman, se fusionan, se llueven en sí mismas.
Imagine
que imaginando se puede atisbar a aquello que nos desletarga.