sábado, 26 de octubre de 2013

Todo hacia el olvido

   Desertor huí de todos los reclamos, satisfecho de mis propias aspiraciones, y disgusté a tanta gente que si se encontraran todos aquí reunidos, podríamos celebrar mi cumpleaños. No lloro, ya lo olvidé. Llorar es algo que hacía luego de un ataque de ira. Ya no hay ira. Sólo me dejo llevar, de acá para allá, entre corazones impíos y diáfanas voces que me anuncian. Nunca podré escribir más de lo que soy: podré crear personajes que me forman y conforman. La lengua de los muertos, ya la olvidé.
   Precursor, intenté. También lo olvidé.
   Invasor, llamé a todas las invocaciones posibles, conjuré todos los fantasmas de mis mascotas y abuelos fallecidos, a cada recuerdo le borré algún trazo, lo armé a mi gusto, le desfiguré algún gesto.
   Amante, creé en una boca un relámpago, sequé mi sudor en otras pieles, mostré mis dientes con furia, juré a falsas y eternas afroditas, maximicé mis dolores, hasta olvidar.
   Hijo, volví al útero, creé canciones, reencarné las ilusiones de mi carne, extravié mi nombre.
   Poeta, me llamé a silencio, vacilé mi letras, borré todo lo escrito, reinventé mis olvidos.