No sé por qué pero tengo ganas de hablar de ellos, y si esas ganas son sinceras, agarrate chocolate. Y es bastante porque ayer resultó que hicimos el primer intento de Encuentros en la Niebla, con hermosos preámbulos y ponderables resultados, un espacio sin otro fin más que meridiar prácticamente la patafísica o la antipatafísica, dependiendo de la densidad de la niebla y de la densidad de aquellos que se encuentran perdiéndose en ella. Ellos son Giralima y Tucumano -más conocido por Fou-, dos (¿dos? y dos son cuatro) hartos escritores y/o/u poetas con los que me viene la idea nada grotesca de sacar un poemario (¿poemario?) o lo que sea que sea un triángulo dinámico, capaz de ser romboide o cuadrúpedo, aunque no sé si estoy a la altura requerida, no sea cosa de que el triángulo sea una raíz cuadrada y no cúbica, y yo esté metido ahí como un jueves quince, aunque ni lo sienta así, ni ellos me lo hagan sentir.
Quiero hablar de ellos porque no dejo de sorprenderme de su niveles intelectuales, en los que de a ratos, dentro de la niebla, puedo complementarlos o anticomplementarlos (pero el anticomplemento es también un complemento distinto) o simplemente soltar alguna estupidez. Me complace deleitarme con sus saberes como un oso que mete la mano en el panal, se lleva al hocico la patamanodelantera y en una de esas un par de abejas quedan pegadas en el dulce ámbar, y le clavan el aguijón poco antes de desahacerse en su ácido estomacal para terminar siendo nutritivo vapor de apicultivo. Y pocas veces ocurre que las abejas queden pegadas en miel pero qué más da, yo soy eso de pocas veces. Lo mismo, G y T, pueden ser peces porque así como vuelan pueden nadar si tan sólo lo desean, y si no fueran abejas y también salmones, este oso que soy no los comería, claro está.
En cuanto a Giralima tiene una impresionante capacidad de escritura cargada de lenguaje, de formas de ir y venir dialécticamente desde la nitidez más fantástica y avasalladora. Escuchar a Giralima es como escuchar una catarata y salpicarte de agua mediante sus palabras. Una catarata de más caudal que Iguazú, capaz de escribir hojas y hojas y hojas directo al mar de la sapiensa, hojas y hojas sin perderse pero igual encontrándose. Por supuesto que se sigue tratando de cultura. Podría decir: Giralima es experta en algo que me gustaría indefinir como cultura nítida, aquel campo y los primeros subcampos más concretos de la realidad, aunque no dudo de su capacidad de abstracción, sino que no le sienta del todo cómodo el delirio por el delirio mismo, es más Giralima mietras gira y se lima a sí misma en la niebla, haciendo grandes muestras de sus dotes artísticos en su danza punzante-circular, pero si tiene que limar la niebla a lo mejor le cueste un poco más (no digo que no pueda) porque entonces tendría que dejar de ser Giralima para ser niebla y dejar de ser niebla para, y la preferimos y se prefiere siendo ella misma (digo que es más genuina limando la gira y girando la lima, que homogeneizándose). Lo que, por otro parte, la convertiría en una excelente investigadora periodística o una reconocida teórica de la crítica literaria, o por supuesto una crítica literaria a secas, evidenciable en tantos de sus poemas vaginales, que tanto me gustan y tanto. Mientras que al Tucumano (a él creo conocerlo un poco más, pero para conocer al Tucumano del todo tengo que conocerme a mí mismo tarea bastante intrincada y compleja, imposible si se quiere, mientras que sigamos aceptando que lo imposible también es patafísico) nada le cuesta ser niebla dentro de la niebla, o si se concentra con su usal facilidad, ser niebla pensante que, desde el pensamiento de pensar la niebla, niebla el pensamiento de la niebla, renunciando por un momento a toda su culturaniebla para adquirir ciertos tintes más neblino-espirituales nunca inconexos a sus saberes científiconeblinares. Por un momento pasa de todo su historial de lectura irremediablemente latente, para encontrarse con el bardo laudista y cada vez mejor narrador, que tiene adentro. Renuncia a la cultura desde la cultura, metódicamente, en ese encontronazo, bastante similar al que yo practico con Nixanemia. Para ver si lo entiendo mejor (¿etenderlo?) mientras que el Tucumano formula un pensamiento y lo hace humo para que el lector lo pueda aspirar, Giralima prefiere una convergencia, de ninguna manera poco profunda, en un pensamiento más concreto, repleto de su innegable lucidez, dándole la posibilidad al lector de que él mismo lo haga humo, es decir lo falsee, lo reformule a gusto y piachere, para recién entonces aspirarlo. Inexorablemente ambos hacen las dos cosas con una magestría (de la magestuosidad y la maestría) que los situará en la cumbre de la literatura de este siglo que apenas inicia -si quisieran alguna cumbre-. Pero no estoy hablando de posibilidades, de aperturas o tentativas que sé que alcanzan facilmente, sino de estilo, sino de su propia bestia enjaulada, de la parte más espontánea, aquello que les sienta como una naturaleza cósmica y moldeable pero naturaleza a fin de cuentas. Literariamente hablando, ambos buscan el estilo, sabiendo que éso es propiamente la búsqueda, y lo encuentran o lo pierden patafísicamente, porque la búsqueda ya la tienen ahí cuando se sientan a escribir o por qué no, cuando escriben parados.
Y ya ni sé con qué intencionalidad digo todo esto, que es una obviedad, si no es para mirarme, porque yo soy un poco parecido en muchas cosas, pero sólo un poco, o de lo contrario no sería parte del Asador (chivo: todos los viernes en la "Asamblea de Villa Urquiza", -consuntar con el imperio google-, 18:30hs, timbre del lado de adentro), porque seguramente ya me hubieran echado (una mano).
Digo que no sé qué digo, porque en el fondo lo único importante que puedo decir es que los quiero, pero un querer que ronda cierta hermandad, donde la distancia y la frecuencia importan pero no imprescindiblemente, y por más que un día el Tucumano me deje de elegir como su Sancho Pansa al escucharlo, o su Quijote al leerle (porque aunque no se diga es así, me doy cuenta), o que Giralima se vaya a girar y limar por otros pagos quién sabe qué tan distantes de mi Buenos Aires querido, ambos estarán perpetuamente irreductibles, ya que ese querer que nos hermana será siempre sanguíneo-neblinar.
Se tendría que titular "Té para tres". Y ya puestos, leerlo escuchando a Doctor Deseo.
ResponderEliminarYeah.