lunes, 31 de diciembre de 2012

Demanda por difamación

   Eso, repetí así nos queda claro a todos. Tengo al canino de testigo sin ningún problema en desembuchar. Repítalo; tales injurias no podrán pasar inadvertidas. ¿Qué dijo de mi persona? Suelte su lengua de una vez y vuelva a invocar sus palabrotas, que yo no soy eso. Que soy negro sí, de mierda también. Que más vale un salto de renacuajo a gorrión inoportuno que mis patetismos de café fiado. Sepa usted que yo no soy de aquellos que se dejan bastardear libre-mercado y que si no le gustan mis pantaletas o desconfía de la índole de mi lenguaje, eso no le da derecho a decirme negro zurdito de mierda, porque todo el que apenas me conoce puede dar testimonio de que soy ambidiestro en la política, a la hora de jugar a la pelota y agarro los cubiertos a manos cambiadas, y no se olvide que tengo al canino de testigo y puede declarar a mi favor. Menos se atreva omitir mi condición de figura púbica, lo que agrava su situación legal. Porque iniciaré mañana mismo, una demanda por difamarme, porque el perro, mi perro, lo oyó y qué pensará de que un zurdo lo esté domesticando. ¿Qué clase de consecuencias psicológicas y taumas a corto plazo podría sufrir ante infame revelación? Mañana hablaré con mi abogado y más le vale responder las cartas documentos. Soy una figura púbica, gané -o casi- un concurso por mi primera novela y me ofrecieron un galardón cavernet sauvignon, que jamás fui a buscar porque soy negro de mierda pero nunca, nunca zurdo.
   ¿Entendió?

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