jueves, 20 de diciembre de 2012

No es autoayuda pero por ahí andamos



            Desde mí hasta el fondo de mí todo estaba mal. Unidad que no sólo me desestabilizaba sino que también. Usted entiende. Lo que digo puede parecer a veces extraño, y mejor que lo parezca porque entonces daremos crédito a eso que podemos observar tan cotidianamente… un chico que ante un primer diálogo comienza a reírse, cada acercamiento que intentamos y cada cosa que decimos le causa gracia, y nos aseguramos de preguntarle si sucede algo grave, inútilmente ya que tal aparato no hace más que aseverar con risas hasta agarrarse el estómago o golpearse el muslo. Usted entiende. Hay otros que son de la misma calaña sin embargo pretenden disimularlo a labio fruncido y rudeza en la mirada como quien quiere intimidar a la vida. El primero por lo menos se ríe. Yo le puedo asegurar que ninguno de estos bizarros (termino que por estos días, etc.) se convirtieron al hermoso boludeo por convicción o manifiesto propio, desde chiquitos son así: uno se reía apenas le hablaban en sala de cinco; el otro no tuvo sala de cinco pero asimismo mantenía esa cara solemne-resignada cuando le llevaba el mate a su padre que lo recibía con un pucho entre los dedos en una mano envuelta en grasa de motor. No salgamos con facilidades, la seriedad o la risa es indiferente a la mano con grasa o a la sala de cinco. Lo mismo el que se ríe puede no reírse, pero  eso sí, apenas le hablamos pega media vuelta dejándonos pagando, cosa que hincha rotundamente las pelotas pero nunca se sabe, pobrecito, la vida que tuvo.
                Desde mí hasta el fondo de mí todo estaba mal. Las discusiones con mi madre no mermaban, el empleo no me encontraba nunca, la Depresión parecía haberse ido pero se olvidó algo (usted sabe), y lo único que tenía era la militancia y las letras. Al menos ya había logrado entender que no era inmortal y  por ende en algún momento estaría obligado por leyes-incluso-penales a perder mi juventud, candorosamente, como quien lo hace con el dinero cuando tiene mucho o cuando simplemente es como yo.
                Todo esto a los veintidós años. Mi problema quizá fue haber hecho todo muy rápido cosa que no hace más que converger en el fracaso, porque cuando uno es tan acelerado… Yo no me río todo el tiempo pero por ahí andamos y usted verdaderamente me entiende, porque tendrá lo suyo, o de lo contrario está gravísimamente gravitacional grave o al menos aguda meningitis. De cualquier manera no se preocupe, esa carencia puede hacerse con un trabajo semanal terapéutico, donde se fabrica eso que usted no tiene, que le falta, que no la deja ser completamente esdrújula feliz. Le aseguro que quedará conforme: la culpa de ese rostro y ese cuerpo la tienen papá y mamá, como bien sabíamos desde un principio. Reafirmación que acrecienta nuestro autoestima, y si no es así dejemos de pagar porque la/el terapeuta evidentemente nos estafa.
                Pero mejor le voy a contar con rapidez mi historia para no vender autoayuda (o no vendérmela a mí mismo) y porque además recién le hablé de mi aceleración. Yo no tenía trabajo, ni hijos, ni quería tenerlos, ni los tengo. Yo iba a hacer la revolución, iba a ser el mejor escritor latinoamericano y después. No tenía sueños ni metas a corto plazo, aunque. Quería el todo o nada, matar o morir, polenta o caviar, poesía genital o laberintos de espejo-científicorticoides. Por esos días me levantaba a las tres de la tarde y ahora también. Y desde hasta todo estaba mal desde hasta que usted sabe.

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