Desde mí hasta el fondo de mí todo estaba mal. Unidad que no
sólo me desestabilizaba sino que también. Usted entiende. Lo que digo puede
parecer a veces extraño, y mejor que lo parezca porque entonces daremos crédito
a eso que podemos observar tan cotidianamente… un chico que ante un primer
diálogo comienza a reírse, cada acercamiento que intentamos y cada cosa que
decimos le causa gracia, y nos aseguramos de preguntarle si sucede algo grave,
inútilmente ya que tal aparato no hace más que aseverar con risas hasta
agarrarse el estómago o golpearse el muslo. Usted entiende. Hay otros que son
de la misma calaña sin embargo pretenden disimularlo a labio fruncido y rudeza en
la mirada como quien quiere intimidar a la vida. El primero por lo menos se
ríe. Yo le puedo asegurar que ninguno de estos bizarros (termino que por estos
días, etc.) se convirtieron al hermoso boludeo por convicción o manifiesto
propio, desde chiquitos son así: uno se reía apenas le hablaban en sala de
cinco; el otro no tuvo sala de cinco pero asimismo mantenía esa cara solemne-resignada
cuando le llevaba el mate a su padre que lo recibía con un pucho entre los
dedos en una mano envuelta en grasa de motor. No salgamos con facilidades, la
seriedad o la risa es indiferente a la mano con grasa o a la sala de cinco. Lo
mismo el que se ríe puede no reírse, pero
eso sí, apenas le hablamos pega media vuelta dejándonos pagando, cosa
que hincha rotundamente las pelotas pero nunca se sabe, pobrecito, la vida que
tuvo.
Desde
mí hasta el fondo de mí todo estaba mal. Las discusiones con mi madre no
mermaban, el empleo no me encontraba nunca, la Depresión parecía haberse ido
pero se olvidó algo (usted sabe), y lo único que tenía era la militancia y las
letras. Al menos ya había logrado entender que no era inmortal y por ende en algún momento estaría obligado
por leyes-incluso-penales a perder mi juventud, candorosamente, como quien lo
hace con el dinero cuando tiene mucho o cuando simplemente es como yo.
Todo
esto a los veintidós años. Mi problema quizá fue haber hecho todo muy rápido
cosa que no hace más que converger en el fracaso, porque cuando uno es tan
acelerado… Yo no me río todo el tiempo pero por ahí andamos y usted
verdaderamente me entiende, porque tendrá lo suyo, o de lo contrario está
gravísimamente gravitacional grave o al menos aguda meningitis. De cualquier
manera no se preocupe, esa carencia puede hacerse con un trabajo semanal
terapéutico, donde se fabrica eso que usted no tiene, que le falta, que no la
deja ser completamente esdrújula feliz. Le aseguro que quedará conforme: la
culpa de ese rostro y ese cuerpo la tienen papá y mamá, como bien sabíamos
desde un principio. Reafirmación que acrecienta nuestro autoestima, y si no es
así dejemos de pagar porque la/el terapeuta evidentemente nos estafa.
Pero
mejor le voy a contar con rapidez mi historia para no vender autoayuda (o no
vendérmela a mí mismo) y porque además recién le hablé de mi aceleración. Yo no
tenía trabajo, ni hijos, ni quería tenerlos, ni los tengo. Yo iba a hacer la
revolución, iba a ser el mejor escritor latinoamericano y después. No tenía
sueños ni metas a corto plazo, aunque. Quería el todo o nada, matar o morir,
polenta o caviar, poesía genital o laberintos de espejo-científicorticoides.
Por esos días me levantaba a las tres de la tarde y ahora también. Y desde
hasta todo estaba mal desde hasta que usted sabe.
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