Allá va todo yéndose. ¿Qué lo lleva? Ahora la maduración de
saberme solo. Siempre lo estuve pero hace algún tiempo dejé de engañarme. Esa
es la verdadera maduración y el verdadero crecer. Somos lo que no somos, y eso
que somos está en completa soledad. De esa noción se puede entrar en el odio
sistemático con una facilidad nada inquietante. La creación es abominablemente
cruel, ¿cómo no serlo yo? Mis pares se podrán ir bien a la re puta mierda.
Conquistaré el mundo, formaré un imperio, mataré aborígenes, me haré el nuevo
Hittler de esta nueva era. De acá a veinte años, ya lo verán, tendré el planeta
entero el mi sala de estar. Las mujeres se pelearán por practicarme sexo oral
pero yo me negaré, ya estoy satisfecho sexualmente. No paré nunca de hacer el
amor como si cada vez fuese la última. (Un día ya no pude, ya no quería, ya no
necesitaba).
Está lloviendo, hace un poco de frío. Mi perro se sienta a
mi lado, está inquieto y parece perturbado. Escribo sin pensar, otra vez, y no
me gusta lo que escribo, pero al menos lo hago
sin pensar. El automatismo necesario para la vida. Escribo y me vuelvo a
sentir vivo, cuando no lo hago ese silencio literario me desmesura, me
comisura, me todo tipo de suras. Lo que me pasa es la vida me dijeron lo más
inteligentes. ¡Ajá! Quiero todo lo que no tengo, algunas cosas que tengo las
mantendría, pero la mayoría no, casi ninguna. Después de eso estaría igual que
ahora y quizá ni escribiría. Todo es negro pero la posibilidad de
emblanquecerlo lo opaca aún más, lo ennegrece. Soy un poema que nunca escribiré
y no hay con qué darle. Mis anhelos se reducen cada día más, ¿eso es la vida?
Cuando era chico quería algo imposible sabiendo que era imposible, pero con cierta
leve esperanza de lograrlo. Hoy no pienso en imposibles: maduración. Es tan
triste ir cayendo a la deformación de mi propio ser que cuando al menos hay
algo que me recuerda a mí suelto una sonrisa sintética, me avergüenzo felizmente,
regocijo escondido de saber que si quisiera cometería cualquier propósito. Una
vez me dije que tenía que sobresalir en todo lo que hiciera y cuando escribo me
quedo acá, dentro del texto, cuando quiero ir más allá me siento tan
típicamente humano, recónditamente vulgar.
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