I
Si uno es capaz de encontrar un
prisma sumergido en un ojo gris con la misma facilidad con la que se encuentran
canciones que nos gustan en la radio, quiere decir que uno todavía puede
aprender algo, saberse en alguna dirección, tener una postura y defenderla. Muchas
veces me pregunto si la literatura me saca de algún lado o por el contrario me
incorpora en imágenes sin ningún fin que no se resuma insinuativo. ¿Sacar?,
¿incorporar?, ¿qué clase de verbos son esos?, ¿qué palabras inmediatas a la proximidad
de la locura? De un tiempo a esta parte me viene la nueva de que si uno es
capaz, realmente capaz, de encontrar un prisma sumergido en un ojo gris todavía
queda algo por decir, y en el decir siempre hay un hacer. Toda acción
dialéctica no pierde su condición de acción, no se aplasta en sí misma. (No
Axel, otra vez no, del ojo a la luna no).
II
¿Qué salvedad llama a las puertas
en deshora en el instante más agónico de un apagafuegos? Formar una forma,
dibujar un elixir o escribirlo, pretendiéndolo como a una amante inalcanzable.
Fotografiar pirámides pero dando vuelta la cámara o dándonos vuelta nosotros.
Recitar de corrido trabándonos palabra de por medio, desentendiendo nuestra
caligrafía. Mirar la luna como si miráramos un ojo, o al revés. Todo al revés.
¿Qué puertas en deshora de un
apagafuegos llamará a la salvedad en el instante más agónico? (Me froto los
párpados como si eso…)
III
Bailamos por horas y nos metemos
de todo en la nariz cayendo en el río más sucio y común. No hay prismas en los
ojos, las figuras figuran sólo en la desfiguración. Una vez supe que todo
estaba marchito: esto que digo, esto que vivo, esto que ves, esto que olvidas.
Marchito como una disfonía, marchito como un pentecostal, marchito como un ente
de los que corren buscando entes, deteniéndose al topárselos. Buscamos una vida
idílica pero somos incapaces de entender lo idílico y no nos conformamos con la
vida misma. (No hay paréntesis que me desmientan).
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