miércoles, 5 de septiembre de 2012

Más de prismas y ojos y posturas y literatura



                                                    I             

Si uno es capaz de encontrar un prisma sumergido en un ojo gris con la misma facilidad con la que se encuentran canciones que nos gustan en la radio, quiere decir que uno todavía puede aprender algo, saberse en alguna dirección, tener una postura y defenderla. Muchas veces me pregunto si la literatura me saca de algún lado o por el contrario me incorpora en imágenes sin ningún fin que no se resuma insinuativo. ¿Sacar?, ¿incorporar?, ¿qué clase de verbos son esos?, ¿qué palabras inmediatas a la proximidad de la locura? De un tiempo a esta parte me viene la nueva de que si uno es capaz, realmente capaz, de encontrar un prisma sumergido en un ojo gris todavía queda algo por decir, y en el decir siempre hay un hacer. Toda acción dialéctica no pierde su condición de acción, no se aplasta en sí misma. (No Axel, otra vez no, del ojo a la luna no).

                                                      II

¿Qué salvedad llama a las puertas en deshora en el instante más agónico de un apagafuegos? Formar una forma, dibujar un elixir o escribirlo, pretendiéndolo como a una amante inalcanzable. Fotografiar pirámides pero dando vuelta la cámara o dándonos vuelta nosotros. Recitar de corrido trabándonos palabra de por medio, desentendiendo nuestra caligrafía. Mirar la luna como si miráramos un ojo, o al revés. Todo al revés.
¿Qué puertas en deshora de un apagafuegos llamará a la salvedad en el instante más agónico? (Me froto los párpados como si eso…)

                                                       III

Bailamos por horas y nos metemos de todo en la nariz cayendo en el río más sucio y común. No hay prismas en los ojos, las figuras figuran sólo en la desfiguración. Una vez supe que todo estaba marchito: esto que digo, esto que vivo, esto que ves, esto que olvidas. Marchito como una disfonía, marchito como un pentecostal, marchito como un ente de los que corren buscando entes, deteniéndose al topárselos. Buscamos una vida idílica pero somos incapaces de entender lo idílico y no nos conformamos con la vida misma. (No hay paréntesis que me desmientan).

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