Lo que sucede a una epifanía,
a la lengua muerta de una luz improvable:
un breve espanto sórdido,
cuna vacía de sombras.
Luego del orador
hacia otros oradores
por fuerza natural,
llega a la mesa
de cada casa
de barro en barro,
entre la botella de vino
del padre
que cuenta a su hijo
que siempre lo supo.
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