Comenzó a talar, la motosierra rugía
endemoniada. El metal tocó la corteza y se fue profundizando con la presión.
Él sintió un leve dolor en el costado de su cuerpo, a la altura de la
cintura, que luego se hizo insoportable. No quiso parar, ya estaba por la
mitad, pensaba que cuando concluyera la tarea, el dolor se apagaría instantáneamente. Pero pronto no pudo más, intentó sacar la motosierra, pero ya
estaba bien encastrada, lo único que quedaba era seguir, dejar la vida. Con un
poco de suerte el frío que sentía cesaría. Hizo su último esfuerzo y traspasó
el árbol. La parte superior del tronco comenzó a caer, el dolor había
terminado, su cuerpo imitó al árbol separando el esqueleto a la mitad. Savia y
sangre se juntaron, cuerpo y corteza miraron el cielo. La motosierra rugía en
el piso.
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